Imagínate que hay una persona muy violenta, que desea dar puñetazos en la cara a la gente. Imagínate también que tú necesitas el dinero y que llegas a un acuerdo con esa persona para que te dé cuatro puñetazos y tú le cobras 100€ por ello.
Es evidente que no se puede hablar de consentimiento, pero más evidente aún es que esa persona te está agrediendo.
Pues con la prostitución, lo mismo.
Me ha tocado hoy esgrimir este argumento en una conversación. Me pregunto -espero que sí- si veremos el momento en el que el “uso de los servicios de prostitución” sea contemplado como una violación.