René Lacoste descubrió el tenis tarde, cuando contaba ya con quince años. Y le apasionó. Sin tener ningún talento natural que le permitiera destacar, dedicó su tiempo y su esfuerzo a mejorar en la práctica de ese deporte que descubrió en un viaje con su padre a las Islas Británicas.
Su progresión le llevaría a ganar -nada menos- que Wimbledon y Roland Garros. Pero no hablamos hoy de él en este blog por eso, sino por su apodo –el cocodrilo-, apodo obtenido tras encapricharse, según nos cuentan, de un maletín hecho de la piel de este animal.
Una vez terminada su carrera como tenista, no dejó de lado ese deporte, y llegó a diseñar una raqueta que gozó de gran aceptación entre las élites (Jimmy Connors, por ejemplo, fue uno de los que adoptó esa nueva raqueta).
Tenis y cocodrilos. Y Lacoste, que no se nos escapa. Sí, fundó una empresa textil. Con su nombre y con un cocodrilo como logo. Y, sin duda, esta es la faceta por la que conocemos a aquel tenista tardío que un día fijó sus ojos en un objeto hecho de piel de cocodrilo.
Para Irene.