Soy de los que piensan que, desde luego, hay que asignar responsabilidades a nuestros hijos, de forma proporcional a su edad a sus capacidades. Me refiero aquí a las tareas del hogar, pero realmente podemos extenderlo a cualquier otro ámbito.
Creo en esa asignación de responsabilidades, decía. Pero debo hacer algunos comentarios, que me parecen importantes.
El ejemplo. El ejemplo siempre es clave, ya que hablan más nuestros actos que nuestras palabras. Si quiero enseñar a mi hijo que hay que recoger la mesa o fregar el suelo, yo debo hacerlo.
El ejemplo (2). Y procuramos hacerlo no por obligación (aquí lamento mucho que puedan habernos obligado de pequeños, porque lo vamos a reflejar ahora), sino con la felicidad propia de lo bonito que se va a ver todo limpio y ordenado.
Y sí, por favor, no obliguemos. Que no queremos que cuando esos niños sean adultos opten por no hacer las tareas del hogar… o por hacerlas de mala gana.