Las palabras que usamos están íntimamente relacionadas con cómo pensamos. Y estos pensamientos y palabras se realimentan constantemente: según pensamos, hablamos; pero también según hablamos, pensamos.
Y quiero traer hoy aquí dos términos que se usan demasiado. Y, además de demasiado, incorrectamente.
Cuando un futbolista hace un caño a otro o cuando un equipo vence claramente a su rival -por poner dos ejemplos habituales-, indicamos que ha habido una humillación. Por favor, no, ni hablar. Nada de eso. Un lance del juego, una situación, un resultado en el que uno ha sido mejor que el otro. Nada más.
El otro término se usa hablando sobre discusiones o debates. Cuando uno de los dos emplea un argumento que deja al otro sin palabras, decimos que le ha dado un zasca. ¿De verdad, de veras consideramos que en un debate entre dos personas debería emplearse tal palabra? Aquí debo añadir, además, que cuando se usa la palabra zasca no suele haber un contraargumento coherente, sino más bien un y tú más (“el partido X ha tenido tal caso de corrupción” respondido por “el partido Y ha tenido más casos aún”). Ojalá aprendiéramos a discutir mejor, todos lo agradeceríamos.