Han terminado de cenar, el bueno de Don Quijote, su escudero Sancho, y los cabreros. Y estos le cuentan que uno de ellos, de nombre Antonio, enamorado de una tal Olalla, toca el rabel y canta. No tuvieron que insistir demasiado al joven pastor que, en cuanto llegó, tocó y cantó. Iba a cantar más, pero el cansancio y sueño de Sancho impidieron que la cosa siguiera. Os dejo también la maravilla interpretación de Espliego.
Qué belleza, ¿verdad?
Yo sé, Olalla, que me adoras, Puesto que no me lo has dicho Ni aun con los ojos siquiera, Mudas lenguas de amoríos. Porque sé que eres sabida, En que me quieres me afirmo: Que nunca fué desdichado Amor que fué conocido. Bien es verdad que tal vez, Olalla, me has dado indicio Que tienes de bronce el alma, Y el blanco pecho de rísco. Mas allá entre tus reproches Y honestísimos desvíos, Tal vez la esperanza muestra La orilla de su vestido. Abalánzase al señuelo Mi fe, que nunca ha podido Ni menguar, por no llamado, Ni crecer, por escogido. Si el amor es cortesía, De la que tienes colijo, Que el fin de mis esperanzas Ha de ser cual imagino. Y si son servicios parte De hacer un pecho benigno, Algunos de los que he hecho Fortalecen mi partido. Porque, si has mirado en ello, Mas de una vez habrás visto Que me he vestido en los lúnes Lo que me honraba el domingo. Como el amor y la gala Andan un mesmo camino, En todo tiempo á tus ojos Quise mostrarme polido. Dejo el bailar por tu causa, Ni las músicas te pinto Que has escuchado á deshoras Y al canto del gallo primo. No cuento las alabanzas Que de tu belleza he dicho, Que aunque verdaderas, hacen Ser yo de algunas malquisto. Teresa del Berrocal, Yo alabándote me dijo: Tal piensa que adora un ángel, Y viene á adorar á un ximio: Merced á los muchos diges, Y á los cabellos postizos, Y á hipócritas hermosuras Que engañan al amor mismo. Desmentíla, y enojóse: Volvió por ella su primo: Desafióme, y ya sabes Lo que yo hice y él hizo. No te quiero yo á monton, Ni te pretendo y te sirvo Por lo de barraganía, Que mas bueno es mi designio. Coyundas tiene la iglesia Que son lazadas de sirgo: Pon tu cuello en la gamella, Verás como pongo el mio. Donde no, desde aquí juro Por el santo mas bendito, De no salir destas sierras Sino para capuchino.