Aquel buen hombre, cada día, al llegar de trabajar, dejaba colgados en el árbol todos los problemas que el día le había traído: aquella discusión con el compañero, aquel mal-trato por parte de un cliente, la exigencia injusta por parte del jefe.
Los colgaba en el árbol, decía, y entraba en su casa sin ellos, disfrutando de su familia y con su familia. A la mañana siguiente, cuando salía hacia el trabajo, pasaba antes por el árbol para recoger los problemas que había dejado colgados el día anterior. ¿Y sabéis qué pasaba?
Que siempre los problemas se veían más pequeños que la noche anterior.