En los duros tiempos anteriores a la invención de la anestesia, la rapidez en las operaciones era un factor crítico. Y aquí, el escocés Robert Liston era el mejor de los mejores.
Os cuento alguna de sus más extraordinarias operaciones:
– consiguió eliminar un tumor escrotal (tumor de veinte kilogramos, que el paciente tenía que llevar en carretilla) en cuatro minutos.
– fue capaz de amputar una pierna en dos minutos y medio; eso sí, con la prisa que imprimía a sus operaciones (incitaba al público a contar el tiempo), amputó pierna y testículos.
– en otra amputación en la que consiguió rebajar ese tiempo, cortó también los dedos de su asistente. Murieron, por sepsis, el enfermo y el asistente; murió, por el shock, un miembro del público.
Estos son algunos de los casos más sorprendentes de este cirujano tan obsesionado por la velocidad que sostenía el bisturí en su boca para dejar sus manos libres.