Desde hace unos años, como los que me conocéis sabéis, han pasado a interesarme muchísimo todos los temas relacionados con embarazo, crianza y cuidado de los hijos. El motivo clave fue el nacimiento de nuestro hijo, obviamente.
Conforme he ido aprendiendo, he ido admirando más y más la lactancia materna, de la cual no he hecho más que descubrir virtudes. Salvo en una cosa, que puede ser de interés para papás con bebés: si el bebé se queda dormido al pecho (lo cual es muy habitual, además de muy natural) y no se le cepillan los dientes después, existe la posibilidad de que se produzca una desmineralización del esmalte de los dientes (la lactosa es la culpable). Esto afecta sobre todo a la parte externa de los incisivos superiores, a donde llega menos la saliva.
Desde que supimos esto (tenemos una odontóloga maravillosa como profesional y como persona, además de defensora -y practicante- de la lactancia materna) estuve con la sensación de que “no es posible” que algo tan natural pueda tener un efecto negativo.
De forma independiente nos enteramos -leyendo un artículo de hace unas semanas sobre cuál sería la duración “normal” de la lactancia- de que los primates abandonan la lactancia cuando les nacen los primeros molares permanentes. De repente, vimos una posible explicación a todo: no pasa nada por “estropear” la primera dentición, ya que tendremos otra de “repuesto” y, por otra parte, le vimos mucho sentido a que los primeros dientes se llamen dientes “de leche” (es decir, los dientes que tenemos durante la lactancia).
Gracias, Marta.
En lo que no puedo estar de acuerdo es en lo que comenta Carlos de que “no pasa nada por estropear la primera dentición”: a pesar de que la Naturaleza tiene “repuesto”, los dientes de leche es importante mantenerlos sanos hasta su recambio porque la caries es una enfermedad infecciosa que podría causar dolor e inflamación a nuestros peques, alteración a los definitivos –al menos a su colocación por la pérdida de espacio- problemas estéticos, de alimentación, fonológicos …