No es ni un chiste ni una fábula. Pero es una historia de la que podemos extraer una enseñanza de respeto por la vida y por la diversidad.
La isla de Stephens es una isla situada en Nueva Zelanda. A uno de los protagonistas de nuestra historia le tocó ser el ayudante del farero. Y se llevó un gato como compañía. En la isla vivía, tranquilo ante la inexistencia de depredadores, una especie de chochín.
Con demasiada frecuencia, el gato le traía a nuestro amigo, ornitólogo aficionado, ejemplares de una especie que él no conocía. Alguno de esos ejemplares, ya disecado, viajó en el barco que, cada varios meses, cubría la ruta hasta Reino Unido, en donde también confirmaron que estaban ante una nueva especie.
Pero ya era tarde. La gata y sus hijos acabaron, en un lapso brevísimo de tiempo, con esta especie que ahora solamente se puede encontrar en museos, disecada por aquel ayudante del farero que viajó a la isla con su gata preñada.