Iqbal era un niño pakistaní que, con solamente cuatro años de edad, fue vendido (cedido, se dice) a un fabricante de alfombras a cambio de un préstamo de 600 rupias. Trabajaba encadenado al telar, en interminables jornadas, siendo muy valoradas las alfombras que sus manos tejían.
Cuando tenía diez años consiguió escapar, ponerse en contacto con la policía gracias al sindicato Bhatta Mazdoor Mahaz, y así cerrar la fábrica (el dueño fue condenado). A partir de ese momento, hizo de su vida una cruzada en contra del trabajo infantil.
Ya no temo al patrón, él me teme a mí.
Iqbal Masih
Iqbal quería ser abogado y su labor sirvió para liberar a tres mil niños esclavos. Tras recibir amenazas durante semanas, fue asesinado de un disparo, cuando solamente tenía doce años, en abril de 1995.
No podemos llegar a ser como Iqbal, pero sí podemos rechazar productos realizados por niños esclavos y hacer presión a las marcas para que luchen activamente contra la esclavitud y el trabajo infantil.