Era un personaje siempre presente en las casi siempre frías mañanas viguesas. Allí, en esa calle dedicada al príncipe Alfonso (que acabaría siendo Alfonso XII, y que también tiene una calle como rey en Vigo), demostraba sus habilidades levantando un periódico con un solo dedo, tal como nos muestra la estatua.
Lo conocí ya en sus últimos años, y tras haberme hablado mucho de él mi padre, pude ver con mis propios y asombrados ojos aquel malabarismo único de Manuel Castro, el kiosquero que se quedó sin kiosco y que hizo de la calle peatonal por excelencia de Vigo su lugar de trabajo.
Hola, buenas. En ningún lugar de Internet, y llevo un buen rato consultando, encuentro un dato que era «vox populi» en las décadas de 1960 y 1970 entre los vigueses sobre el tal Castro, vendedor de periódicos. Me sorprendía la cerrazón y desprecio con que muchos se negaban no sólo a comprarle periódicos o lotería cuando por las noches hacia su ronda por bares y restaurantes del centro de Vigo, sino incluso a dirigirle la palabra dándole la espalda. Una noche cenando por la Alameda se nos acercó a la mesa para vender lo suyo y fue despedido con desdén, así que por fin pregunté y me enteré de que era considerado confidente de la policía franquista, confirmándolo todos los comensales, no solo los oriundos vigueses, sino incluso alguno de adopción, como yo mismo, recién llegado. Continuó siéndome confirmado durante los años siguientes, finales de los setenta y primeros ochenta, cuando paseando por Príncipe lo veía con compasión, tan anciano con su mercancía por el suelo, y muchos me seguían explicando que durante años aprovechaba su jornada en la calle y de local en local para enterarse de cualquier asunto turbio —no sólo político— y sus protagonistas para luego dar cuenta asidua en los juzgados y cárcel de Príncipe (hoy el fracasado MARCO) y la infausta comisaría de la calle Luis Taboada. En fin, en cualquier caso, cierto o no, a estas alturas, que ya no sorprende la desmemoria viguesa, sencillamente lo comento sorprendido, sin tomar partido por alguna versión, la pasada maldita o la buenista actual (muy cínica, en cualquier caso, con un anciano a quien entonces nadie ayudó, y que ahora los prohombres ensalzan dándose hipócritas golpes de pecho; quizá sean más dignos quienes se amparaban en su presunto comportamiento indeseable). Saludos.
Pues jamás había leído (ni oído) sobre ese “presunto comportamiento indeseable” (entrecomillo por ser cita). Dejo aquí tu aporte, Pincho, y te lo agradezco.