Este libro me fascinó tanto que, lo primero que hice, en cuanto lo terminé, fue volver a comenzarlo para poder volver a disfrutar de todo el proceso. Imagino que a ello ayudó también la complejidad de la obra y la sensación de que se me estaban quedando demasiadas cosas en el tintero.
Umberto Eco publicó El nombre de la rosa en 1980. La obra nos cuenta -en boca del novicio Adso de Melk- una serie de acontecimientos asombrosos y terribles que acontecieron en una abadía benedictina ubicada en el norte de Italia. Es una novela policiaca ambientada en la Edad Media, plagada de deliciosas referencias a la filosofía y a la religión, y poniendo el culto a los libros en primer plano. Tanto el scriptorium como la biblioteca son lugares clave en la novela.
Comentaré dos curiosidades más sobre esta obra, antes de que os lancéis a leerla: la primera es que se comenta que las difíciles páginas iniciales están puestas a modo de filtro para descartar a quienes no sean dignos de leer la novela; la segunda es que Eco dedicó un año entero, sin escribir una sola línea, a introducirse en el mundo en el que se iba a desarrollar. Un año de viajes, diagramas, planos y pensamientos. Siempre me ha encantado ver cuánto trabajo hay tras las obras maestras.