Estamos en mitad de una pandemia y nos parece que cerrar centros educativos es la última opción posible (realmente, como no se están tomando medidas lógicas tras detectarse un positivo, como hacer tests a todos los que hayan compartido allá, estado en ese aula o confinar preventivamente a quienes hayan estado en el aula, no sabemos si son clave en la expansión de la enfermedad o no).
Y el problema no es porque no se pueda seguir la formación a distancia (con problemas, desde luego, pero solventables), sino porque en esta sociedad usamos los colegios como aparcaniños, ese lugar en donde dejamos a los niños mientras nos vamos a producir. Lo mismo que hacemos con los ancianos, en este súmmum capitalista (o consumista, no olvidemos a Stajanov) de culto al dinero y al trabajo: quien no produce, molesta.