El conde de Mantua llegó a Venecia contagiado de peste (estamos en la primera mitad del siglo XVII), y fue llevado a un lazareto. Allí entró en contacto con un carnicero y por esa vía la enfermedad se propagó por la ciudad y alrededores.
A comienzos de la primavera de 1630, el patriarca de Venecia hizo la promesa de erigir una basílica y dedicársela a la Virgen, en un intento de acabar con la plaga. Y a finales del siguiente año comenzó su construcción.
El escultor y arquitecto Baldassare Longhena fue el escogido para esta misión. Las fachadas de esta iglesia de planta octogonal son una auténtica joya. Si, además, tenéis la suerte de entrar, podéis admirar tres obras de Tiziano: Muerte de Abel, Sacrificio de Abraham y David y Goliat.