La escena es muy habitual: el niño hace algo “mal” (o cuyo porqué no entendemos) y la mamá, en un intento de corregir su conducta, le obliga a salir del agua. El pequeño llora y la madre le dice que hasta que no deje de llorar no podrá volver al agua.
Varias cosas mal aquí, como podéis ver: por una parte intentamos amaestrar en lugar de educar, obligando al niño a salir del agua.
Por otro lado, e incluso peor: anulamos los sentimientos, o impedimos su manifestación. No llores, como solución para poder volver al agua.