Cuando a mediados del pasado marzo se decretó la suspensión de las clases presenciales (por la pandemia de coronavirus), se decidió que la solución más justa, empática y razonable era no poder avanzar materia.
En mi opinión, esta decisión ha marcado más desigualdades que las que se habrían dado de haber continuado con materia nueva.
¿Por qué? Continuar el curso habría hecho que todos (o casi todos) los alumnos siguieran aprendiendo. Parar el curso -en lo que a avanzar materia se refiere- ha provocado que solamente unos pocos niños (aquellos cuyos padres tienen suficientes conocimientos, preocupación por este tema o disponibilidad de tiempo o económica) puedan avanzar.
Y, sin duda, esta es una mayor injusticia.