La niña venía en dirección a nosotros, con rostro y mirada llenos de pánico. Hasta que pudo localizar a su madre, que estaba alejándose del parque. ¿Qué había sucedido? Que la madre estaba haciendo eso que a veces hacemos los padres: simulando (espero que simulando) irse para conseguir, mediante el miedo de la niña a quedarse sola, lo que antes no pudo conseguir con palabras. He dicho lo de “espero que simulando” porque prefiero un padre que miente a sus hijos antes que un padre que los abandona (siendo ambas actitudes horribles).
¿De verdad somos tan cómodos (y tan incapaces) que, por no tomarnos el tiempo necesario para razonar con nuestros hijos, preferimos simular que los abandonamos?