Con la intención gallarda de los vencejos y los lebreles
arrebatada llegaste a mí, herida en tempestades de nieves.
De un Carnaval de restos, de surcar aguas emponzoñadas,
góndolas tristes de cartón piedra y malas compañas.
Algún día dirigiremos nuestra mirada hacia atrás y veremos a cientos de miles de jóvenes -y no tan jóvenes- coreando y disfrutando de estas letras y nos daremos cuenta de que no todo estaba perdido.
De un devenir de sombras, de devaneos en la maleza;
de rasgaduras sin parpadeo, me demandabas partir en naves:
partir en naves sin peso muerto, la buena carga de los afanes
sin otras ansias que ser la flecha, ya no el arquero.
(Gracias, Manolo).