Una sociedad que calma a sus bebés con un trozo de plástico y que los transporta en carritos tiene por fuerza que ser muy diferente a una en la que es la madre la que sacia esas necesidades del bebé.
La separación entre mamás y bebés es algo casi intrínseco a esta sociedad en la que vivimos. Por suerte, tengo la percepción de que estamos tomando conciencia de este hecho y que poco a poco vamos corrigiendo esa forma de relación.
Para mí los culpables son fundamentalmente dos: el dios Don Dinero, que hace que tengamos que incorporarnos al trabajo mucho antes de lo que deberíamos; y la exigencia de la sociedad sobre las madres, que deben cumplir con nota en todas sus facetas (profesional, familiar, como madre, como pareja, de amigas, tiempo para una misma…).