Todos lo hemos experimentado, disfrutado o sufrido, según el caso. La ducha es un lugar en el que hasta el menos amigo de los cantos se suelta con la ópera. Y por fin tenemos ya un respaldo científico a ese sonoro placer.
El estudio, conducido conjuntamente por las prestigiosas universidades de Lovaina y de Lieja, se realizó con la ayuda de 1.500 voluntarios y se centraba en dos objetivos: por una parte, conocer la causa de por qué cantamos en la ducha; la segunda, conocer los efectos de esa actividad en nuestras vidas.
Los resultados de la primera parte son concluyentes: el ruido y la temperatura del agua provoca un efecto relax -nada nuevo- que activa la zona cerebral dedicada a la armonía y al canto, provocando que de forma inconsciente muchas personas usen el rato de la ducha -sobre todo si es matutina- para cantar.
Para la segunda parte se contó con una app móvil realizada ex profeso. Dicha aplicación registraba la duración e intensidad de los cantos y también la actividad durante el día. Se llegó a la conclusión de que quienes cantan en la ducha son capaces de realizar muchas más actividades y con mayor tendencia a realizar ejercicio físico (aunque “solamente” sea dar caminatas), mientras que los que no cantan presentaban un patrón de vida más sedentario.
Este post es una iniciativa individual empeñada en demostrar que estamos predispuestos a creernos cualquier invención que encontremos en Internet, sobre todo si contiene citas a prestigiosas universidades.