Hoy, gracias a Laura Mascaró, he conocido este término, dumbing downd, tendencia a entontecer. La cuestión de fondo es si estamos, efectivamente, entonteciendo a nuestros niños, simplificando el lenguaje de los textos que leen o les leemos.
Mi opinión personal -y por lo que nuestra experiencia nos dice- es que a los niños se les puede presentar, perfectamente, cualquier obra maestra tal cual es (hablo de literatura [incluyendo -o sobre todo- poesía], hablo de arte, hablo de música). No es necesario simplificar ni reducir el material que se les presenta. Y creo que es contraproducente hacerlo: por una parte, porque estamos alterando una obra maestra (y no para mejorarla, seguramente); por otra, porque privamos a nuestros niños de aprender nuevas palabras y expresiones; finalmente, porque nos privamos a nosotros mismos de completar con explicaciones aquello que no entiendan o les cueste entender. En el artículo que dio origen a esta conversación (enlazado al final de este post) se cita un ejemplo que me ha parecido especialmente significativo:
Aquella frase («No adoptes ese aire tan solemne») en el libro de Enid Blyton que la propia Nuria leía de pequeña había mutado a una mucho más liviana («No pongas esa cara tan seria») en la nueva versión que ahora leen sus hijas. ¿Por qué? ¿Es que los niños de ahora serían incapaces de entender la original?
Dentro también de mi experiencia personal, quiero recordar al gran Félix Rodríguez de la Fuente, cuyas explicaciones los niños seguíamos absortos, y no eran precisamente sencillas (“la memoria genética”, “la solana y la umbría”, y muchas otras).
¿Qué opináis?
Desde mi punto de vista, el cambio de la frase no responde a la idea de que los niños de ahora no entiendan esas palabras, es que las traducciones deben actualizarse. La mayor parte de los traductores actuales son mejores que los de antes, hacen su trabajo mejor porque cuentan con mayor formación y conocimiento; anda que no hay textos súper farragosos que apenas se entienden (ejem, ejem, Lovecraft), con traducciones literales y partes directamente inventadas, a los que una actualización de la traducción les vendría como mano de santo.
Desde luego, bien pudiera ser -lo desconozco- que los traductores de ahora sean mejores que los de antes; de todos modos, en el ejemplo que se cita de Enid Blyton (que no sé si es un ejemplo representativo), la primera expresión es perfecta. Gracias por tu aportación!