Como mi vecino no estaba, el mensajero nos dejó el paquete. Fui varias veces a su casa, pero no abrió nunca. Así que -víctima de la curiosidad- opté por abrirlo.
Imaginad mi cara de sorpresa y estupor cuando vi el título del libro: “Guía para matar a tu vecino. Edición revisada y ampliada.” Ni corto ni perezoso, decidí aplicar yo mismo el método. Monté la catapulta y, en cuanto abrió la puerta, recibió en su cara el impacto de los miles de hormigas que salieron disparadas del ingenio. Retrocedió, asustado, y cerró. Pero ya era tarde. Los investigadores policiales nunca pudieron resolver el caso del hombre que fue asesinado en su propia casa y sin que nadie entrara en ella.
Fue en defensa propia. 😉