A lo largo de mi carrera profesional me he dado cuenta de que -casi sin excepciones- si colocas a alguien en un puesto de responsabilidad, va a dar lo mejor de sí mismo, y se acabará convirtiendo en alguien digno de ese puesto.
Recientemente (por un maravilloso motivo: el nacimiento de mi hijo), he pasado a leer todo lo que pasaba ante mis ojos y estaba relacionado de un modo u otro con la crianza. Y he descubierto que, si a un niño lo tratas como una persona incapaz (“siempre haces eso mal”, “eres un desastre”, “fíjate qué bien lo hace tu hermano”) conseguirás que lo acabe siendo. En cambio, si le ayudas a ver sus verdaderas virtudes (“lo has hecho muy bien”, “qué inteligente eres”, “eres un niño muy bueno”), harás que esos aspectos positivos predominen y será cada vez mejor.
Tenemos buenos ejemplos en el deporte: el Real Madrid es un equipo que, tradicionalmente, ha sido capaz de remontar resultados y situaciones muy adversas. Eso lo sabe el equipo y lo saben sus rivales. Y eso hace que sea un rival ante el que nadie puede darse por vencedor, por mucha ventaja que hayan conseguido. Por su parte, el Barcelona está jugando el mejor fútbol de su historia. Ellos consideran que es el mejor fútbol del mundo y sus rivales también. Eso es suficiente para que tengan una importante ventaja ante cualquier rival.
Este efecto: “me creo (me ayudan a creerme) bueno, luego soy bueno” o el contrario “me creo (me ayudan a creerme) malo, luego soy malo” se conoce como “efecto Pigmalión”. Pigmalión era un escultor griego que llegó a creer que su escultura Galatea era de carne y hueso… y -gracias a la diosa Afrodita- esa creencia acabó siendo cierta.
Me puso sobre la pista del efecto Pigmalión Fati. Gracias!
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