Me gustaría volver hoy sobre una reflexión que creo que es necesaria, relacionada con nuestros mayores y con las actividades que realizamos (bien de forma particular, bien formando parte de los llamados centros de día): el respeto a su historia y a su memoria. Debemos ser conscientes siempre de si eso que estamos proponiendo (y que ahora aceptan con sonrisas e incluso con entusiasmo) es parte de su identidad.
Imaginemos a alguien que jamás ha querido disfrazarse. Porque no le gustaba, porque lo veía ridículo, porque no le veía ni sentido ni gracia. Y que ahora, en una residencia, en un centro de día, en una reunión familiar, se le anima a hacerlo e incluso se le disfraza. Lo aceptará, muy posiblemente. Pero debemos cuestionarnos si estamos ante una actividad que respeta quién ha sido esa persona, sus gustos, sus tendencias, su forma de pensar, su inteligencia. Creo que nunca deberíamos ponerles en situaciones que estén en conflicto con cómo ellos fueron.
Esto es aplicable a muchas actividades, por ejemplo: no le hagas animar al Celta si ha sido del Deportivo, no le hagas cantar (o bailar) una música con la que jamás habrían disfrutado, no le hagas realizar actividades que aborrecían.
No quiero terminar para destacar algo que creo y por lo que pongo mi mano en el fuego: quienes organizan o proponen esas actividades lo hacen con la mejor intención y considerando que es bueno para nuestros mayores.
Desde mi punto de vista, acompañar con respeto a su memoria y su pasado es el mejor homenaje y la mejor muestra de amor que podemos tener con ellos.
