Escribo esto basándome en experiencias (algunas, cercanas; otras, muy cercanas) personales, así que no pretende ser un análisis científico ni objetivo.
He detectado que se han impuesto dos reglas que se dan casi por inamovibles.
- Aunque los profesores acompañan a los chicos, las actividades en destino son dirigidas por monitores, no por los propios profesores.
- Las actividades de aventura (adrenalina, tensión, emoción) son las estrellas -si no las únicas- del viaje. Otras actividades relacionadas con el disfrute de la naturaleza o con la cultura pasan a segundo nivel (si es que se dan). Y sí: estamos en un viaje de estudios.
Estoy en profundo desacuerdo con ambas. Me parece que los profesores -combinando su formación con su cercanía a los muchachos- son los ideales para dirigir cualquier actividad. Y, desde luego, no creo que dosis de adrenalina sea lo que nuestros hijos más precisan.