Vamos hoy al lugar donde cantó la gallina después de asada. Nos cuenta la leyenda que el joven Hugonell, viajando a Santiago de Compostela con sus padres, se alojó en estas tierras, enamorando -sin quererlo- a una empleada de la posada. Al no corresponder al amor, la despechada joven escondió una copa de plata en el zurrón del chico.
Cuando al día siguiente la guardia del lugar detuvo a la familia acusándolos de robo, encontraron la prueba, que dio con Hugonell en la horca. Milagrosamente no murió, y el corregidor, al recibir la noticia, dijo que “tan cierto que este chico está vivo, como que lo están este gallo y esta gallina que voy a comer”. Las aves se cubrieron de plumas y volvieron a la vida. Hoy en día, en recuerdo de aquello, podéis ver un pequeño y bonito corral dentro de la catedral, con un gallo y una gallina.
Santo Domingo de la Calzada no es solamente un destino ideal de vacaciones -catedral y parador, dos para más señas, son siempre garantías-, sino también un estupendo centro de operaciones para visitar los alrededores: Vitoria, Laguardia, el poblado de La Hoya, Burgos, Logroño, Haro, Valvanera, Arnedo, Enciso y sus huellas de dinosaurio… por desgracia, no podréis ver todo en un solo viaje; por suerte, hay que dejar cosas para un futuro viaje.