Ya han pasado -han volado, sí- veinte años desde aquel 11 de marzo de 2004 que nos cambió la vida y que pudo haberla cambiado más aún.
Para quienes nos tocó vivirlo muy de cerca -incluyo aquí no solamente a quienes estábamos en Madrid aquel día, sino a nuestros seres queridos- son un cúmulo de sensaciones las que han formado el recuerdo de aquello: el asombroso silencio de Madrid, la absoluta unión de la gente en contra del terrorismo (primero pensamos que ETA, luego supimos que no), el tren que no cogimos porque explotó antes, el tren que una compañera de Clara perdió por los pelos… y acabó explotando, la ofrenda espontánea de Atocha (Atocha, otra vez Atocha). Madrid unida y Madrid solidaria. Madrid contra el terror, otra vez también.
Por un mundo con más diálogo. Por un mundo sin bombas.