Para quienes nuestro único contacto con la guerra han sido -por fortuna- películas, libros o documentales, el proceso de disparo de un cañón se nos hace más sencillo de lo que realmente es.
En la última obra de Ken Follett, La armadura de la luz, se nos describe con detalle este proceso, y se nos cuenta que el comandante era el encargado de apuntar y de decidir el momento del disparo. Un soldado se encargaba de limpiar el interior del tubo, para evitar ascuas que pudieran provocar un encendido prematuro. Este mismo soldado también se encargaba de presionar con fuerza la bala contra el fondo, una vez que otro soldado la había metido en el interior del cañón. Otro soldado introducía una varilla en el fogón y llenaba con pólvora el recipiente para ello.
No es poco jaleo para un solo cañón, ciertamente. Finalmente, se nos aclara que es conveniente dejar libres dos metros por detrás del cañón. Para no morir con su retroceso.
Gracias por el nivel de detalle, apreciado Ken.