A mediados del siglo XV se descubrió accidentalmente la Domus Aurea de Nerón, construida tras el incendio de Roma. Sus cámaras recibieron el nombre grotte (grutas) y las pinturas murales allí representadas, en consecuencia, tomaron el adjetivo de grotescas.
Y de ahí nos viene la palabra, cuya primera acepción es la de ridículo y extravagante. Como el emperador que presenció desde Tarpeya el incendio que él mismo había provocado.