Queremos, adoramos a nuestros hijos. Pero muchísimas veces caemos en el error y en el horror de no decírselo a menudo. Las palabras con las que nosotros -los padres- nombramos a nuestros hijos, sus virtudes y sus defectos, acaban conformando la imagen e idea mental que ellos tienen de sí mismos.
Así que cuidemos, y mucho, esas palabras.
Estamos construyendo una vida.