El colegio al que van (o han ido) nuestros hijos organiza, con motivo del Día del Libro (23 de abril), una serie de cuentacuentos en los que se invita a los papás a leer.
Desde nuestra casa solemos participar con frecuencia en ese tipo de actividades. Y, con muchas dudas y miedos, este año me animé a leerles a los niños algunos romances.
Dudas y miedos, sí, porque en estos tiempos tan prosaicos a veces parece que la poesía no tiene cabida. Dudas y miedos, también, porque las expresiones de hace siglos quizá serían un poco complicadas para los niños de hoy.
Y os quería contar que fue un éxito absoluto: los niños disfrutaron, se divirtieron, sintieron y se hicieron mil preguntas. Y pudimos comprobar que aquellas historias de hace siglos mantienen su intensidad hoy.
Os animo a que no privéis a vuestros hijos de disfrutar de esas joyas. Tengo en estos días a dos referentes principales en mente: al maravilloso Amancio Prada, nuestro trovador de cabecera y que nos ha acercado mil romances con su obra, y al inigualable Rafael Álvarez, el Brujo, un hombre que respira poesía y cuyo trabajo también nos ha traído los clásicos de ayer al mundo de hoy.
Gracias a ambos, gracias al colegio de Tirán por darnos esta oportunidad, Gracias a Clara que me acompañó en la lectura y aportó lo aprendido (tradición oral) de su querida abuela, gracias al alumnado tan fantástico que con su atención, sus rostros, sus comentarios y sus preguntas nos han dejado claro que, al menos, la generación que les siga también va a disfrutar de los romances viejos.
Y mirad cuánto cariño, detalle y buen gusto ponen en el colegio de Tirán y en su Curuteca (que es como llamamos a la biblioteca, aprovechando que la lechuza –curuxa en gallego- es nuestra mascota).