Circula por las redes un repugnante vídeo -que no compartiré aquí- en el que el Dalai Lama besa a un niño en los labios y a continuación le pide que le chupe la lengua. Con las risas y el aparente beneplácito del público cercano.
Si eso sucede hoy en público, pienso (quizá equivocándome, no lo sé) que eso sucede -o ha sucedido en el pasado- en privado, y tal vez no pocas veces. Pero también creo que hoy su cerebro le ha jugado una mala pasada.
Ha pedido disculpas y, desde luego, considero que eso no es suficiente; tal vez se ha cometido -dependiendo del país- un delito (salvo que una enfermedad cerebral haya tenido influencia en ese horrible hecho).