En esta ciudad creada para albergar a los soldados eméritos de las guerras cántabras, junto a teatros, termas, circos y anfiteatros, no podían faltar -lógicamente- los templos.
Hoy viajamos al siglo I d.C. Viajamos al Imperio Romano. Viajamos a Augusta Emérita.
Admiremos el templo de Diana. Su pórtico. Sus columnas. Sus capiteles (corintios). No está, como podéis suponer, tal como estuvo. Pero sigue siendo asombroso.