Un siglo después de aquellas glosas emilianses del cercano monasterio de San Millán de la Cogolla, aquella primera manifestación escrita de una lengua que ya no era latín, sino aquel román paladino en el que hablaba el pueblo, Gonzalo de Berceo escribía estos maravillosos versos:
Quiero fer una prosa en román paladino,
En qual suele el pueblo fablar a su vecino,
Ca non so tan letrado por fer otro latino:
Bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino.