El obispo de aquella diócesis, Rosendo, viendo el mal tiempo (desde su punto de vista) que hacía aquel día, se contrarió. Al momento fue consciente de su pecado y, en penitencia, arrojó su anillo de obispo al río Eume. Cuando, siete años después, el cocinero del monasterio encontró ese anillo mientras preparaba un salmón, nuestro Rosendo se dio cuenta de que su pecado había sido redimido.
El río Eume y sus fragas. Y, escondido en ellas, este monasterio románico. Inicialmente lugar de anacoretas, fue creciendo en recursos e importancia, en gran parte por donaciones hechas por el obispo Rosendo, al que ya conocemos. Llegó a ser Real Colegiata y, ya en el siglo XVIII, comenzó su decadencia. A finales del XIX se acomete una restauración. Nos han llegado restos aún de aquella época románica, como el ábside y parte de la nave.
- Monasterio de San Juan de Caaveiro (en wikipedia)