Se nos está dando en estos últimos años un debate en el mundo escolar que plantea si es o no adecuado cuidar los sentimientos del alumno aunque eso implique no avanzar en los conocimientos.
Tengo clarísimo que hay que cuidar la sensibilidad, los sentimientos y las características individuales de cada niño -incluyendo esa mochila, y no me refiero a la física, que arrastran. Sin embargo, del mismo modo que si vamos al médico valoramos muchísimo un trato amable y empático pero lo que queremos es que nos cure (y esa es su misión), también queremos que el profesor haga llegar al alumnado el conocimiento que corresponde (y esa es su misión).
Por otra parte, es evidente que los profesores no son psicólogos y que meterse en ese terreno puede causar más mal que bien. Este es un punto de vista que tampoco hay que desdeñar.
Y, finalmente, también quiero dejar claro que si hemos pasado de abuelos analfabetos o nietos universitarios ha sido gracias a la transmisión de conocimientos.
Dicho ello, no dejemos de cuidar los sentimientos.