Nos vamos hoy a Roma y a su iglesia de Santa María de la Victoria para disfrutar de una de las esculturas cumbre de Bernini, del Barroco, y de la historia del arte.
Nos representa el éxtasis de santa Teresa, esa monja que con fraile y medio se vio más que capacitada para cambiar la iglesia. De todos los elementos únicos de esta obra me quedo con el rostro de la Santa, representado a la vez dolor y placer mientras es atravesada por un dardo de oro que le llega hasta las entrañas, como ella mismo describe.
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Me quedo, decía, con el rostro, pero no es lo único destacable de esta obra maestra: los ropajes, el ángel y el conjunto en sí mismo, flotando milagrosamente, condensan toda la técnica y la habilidad del escultor napolitano.