Despistado o, mejor dicho y en el más puro sentido de la palabra, ignorante. Lo habían contratado para llevar a aquel grupo de entusiastas turistas a la ciudad italiana de Génova, pero este buen hombre decidió no acudir a los mapas -aún no eran tiempos de gps- y fiarse de los carteles de información de las carreteras.
Se fio de los carteles, pero también, por desgracia, de su capacidad para interpretarlos.
Y por eso acabaron en Genéve (Ginebra, Suiza), también bonita, pero no era el destino deseado.