Hoy se ha celebrado la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, marcada de principio a fin -como supondréis o sabréis- por esta pandemia que nos asuela. De no ser por mi querida hermanita, se me habría pasado por alto (la ceremonia, no los Juegos), así que hemos podido disfrutarla.
Y me ha emocionado hasta la lágrima ver los últimos relevos de esa antorcha olímpica que nos trae el sol de Atenas. Dos de esos relevos, especialmente:
Uno, formado por una pareja de profesionales de la sanidad. Mi pensamiento vuela hacia aquellos que dieron su vida (o aquellos que no dudaron en ir a trabajar aunque su vida pudiera estar en riesgo), a quienes cuidaron a los seres queridos que sufrieron gravemente esta pandemia, a todos los profesionales sanitarios, a la tía Luci y a Inés Lobeira, y a todos los médicos, enfermeras y demás personal sanitario que en el mundo han sido. Héroes.
El otro, formado por un grupo de estudiantes. Aquí mi pensamiento va, lógicamente, a estos pequeños grandes héroes que se han marcado un curso en unas condiciones durísimas. Aleixo, Ana, Lucas, Irene, Dani. Héroes.
Héroes. En esos últimos relevos habéis estado vosotros.