El rey persa Darío estableció que nadie podría orar a ningún dios que no fuese el propio monarca. Como Daniel no se doblegó ante esa norma, fue arrojado al foso de los leones, en donde su oración hizo que las fieras no le atacaran.
Y Pedro Pablo Rubens nos lo cuenta así:
Feliz San Daniel, querido Dani. Que ningún monarca consiga por la fuerza, hacer que renuncies a tus ideas; que los leones, por fieros que sean, se dobleguen ante la fuerza de tus pensamientos.