Hoy nos encontramos ante un monumento de los que encogen el alma, fundamentalmente por sus descomunales dimensiones.
En lo alto del risco de la Nava se alza este monumento, considerada la mayor cruz existente. Tiene una altura de 150 metros y sus brazos miden 46 metros de uno a otro extremo.
Pero más allá de la esbeltez y altura de la cruz, obra de los arquitectos Pedro Muguruza y Diego Méndez, me gustaría centrar mi atención en las -aparentemente- pequeñas esculturas que están al pie: los cuatro evangelistas (Marcos, Mateo, Lucas y Juan) junto con sus tetramorfos (respectivamente, el león, el hombre, el toro y el águila). Estas esculturas, a cuyo pie se puede llegar tras un bonito paseo, y que nos parecen pequeñas desde la distancia -lo son, en comparación con la cruz- son también descomunales: miden 25 metros de altura (el conjunto de cada evangelista y su tetramorfo). Estas obras de Juan de Ávalos se convierten en gigantes cuando estamos a su lado.
El conjunto del Valle de los Caídos (basílica, monasterio, cruz) fue una obra que el régimen de Franco construyó tras su victoria en la Guerra Civil. Resulta difícil dejar pasar por alto este hecho. Para algunos monumento de reconciliación, para muchos monumento de ensalzamiento, en él reposan los cadáveres de miles de personas (sin autorización de sus familiares, en muchos casos), testigos mudos de una época y de unos hechos que conviene siempre tener presentes para que nunca se vuelvan a repetir.