Nos vamos a la localidad bávara de Füssen y, en sus cercanías, encontramos este Nuevo cisne de piedra, que es esto lo que significa Neuschwanstein en el idioma de nuestros amigos alemanes. Nuevo, porque el “viejo” es el castillo en el que nació Luis II de Baviera, El Rey Loco. Bendita locura la suya, que le llevó a edificar en el siglo XIX este castillo siguiendo estilos de siglos atrás. Estamos en el siglo XIX, decíamos, en una época en la que ya no eran necesarios los castillos y su función defensiva.
Pero a nuestro rey eso le encantaba, así que no escatimó dineros y esfuerzos en ello. Y nos ha quedado una joya que por su belleza y ubicación se han convertido en uno de los monumentos más visitados de Alemania. Luis II apenas lo usó, pero su legado perdura en el tiempo.
Hay un par de detalles que siempre me gusta contar:
- cuando lo visitamos -ignoramos si sigue siendo así- había que comprar la entrada con anticipación, y esa entrada era válida solamente durante unos minutos. Es decir, si llegabas antes o después, la entrada no servía. Qué alemán, ¿verdad?
- cuando caía la noche sobre la montaña, el rey pedía a sus sirvientes que encendieran velas en las ventanas, mientras salía, embozado en sus ropajes, para asombrarse y disfrutar de la vista del castillo iluminado. Bendita locura, decíamos.