Mi muy querido abuelo, tras sus intensas jornadas de pesca o de trabajo en defensa de los derechos de los marineros, recogía en lo que acabaron siendo sus memorias los detalles, las curiosidades y las dificultades que adornaban su día a día.
Su nieto, mi también muy querido primo Luis, convirtió esos documentos en un libro imprescindible. Y lo adornó con un delicioso prólogo que nos dibuja, con un par de pinceladas, una familia y una vida enteras. Y en ese prólogo se hace referencia a una historia que mi abuelo solía contar en las largas y oscuras noches de invierno y que su nieto Luis tuvo ocasión de escuchar en muchas ocasiones: la estremecedora historia del velatorio de Manuel de Senín.
En la búsqueda del relato llegué hasta la Universidad de Trieste y, en concreto, a la doctora Sara Farenzena, que escribió una Tesis sobre Castroviejo y que, amabilísimamente, me hizo llegar el relato.
Relato que forma parte de un conjunto, bajo el nombre de El pálido visitante. Manuel de Senín es un hombre malvado y poco querido; tras un asesinato en la aldea, y viendo que todas las miradas acusatorias se dirigen a él, decide irse. Tiempo después, retorna y, al poco, fallece. Y nadie quiere ir a su velatorio (en Galicia, y en muchos otros sitios, se velaba al muerto en el propio hogar, hasta hace muy poco). La viuda, más por imagen que por amor, consigue que tres amigos de la bebida y el juego la acompañen en la noche en vela. Y la interacción con el muerto no os la desvelo, espero que sepáis disculparme.
Muchas gracias, Sara, por tu disposición y colaboración.
Este post lo dedico a Jose y a Rosana, dignos hijos de su padre Luis (qué orgulloso estaba siempre de vosotros). Un besiño.