El oro de esa bonita zona fronteriza entre el este de Galicia y el oeste de León era muy apreciado por los romanos, que usaron todos sus conocimientos científicos e ingenieriles para conseguirlo.
Tenemos un buen ejemplo en Las Médulas, en donde usaron una técnica (ruina montium) consistente en agujerear la montaña y luego introducir agua a presión, facilitando así el proceso de encontrar oro. De aquellos métodos nos queda ahora un paisaje único.
Pero volvamos al túnel del que se quiere ocupar este post. El Sil llega, cargado de oro, y forma un meandro al encontrarse con una pared que no puede atravesar. Los romanos decidieron furar el monte para obligar al agua a ir por el camino fácil y desecar el meandro, convirtiendo la labor de recoger el oro en mucho más sencilla. Adicionalmente, tomaron las medidas adecuadas para que las aguas volvieran a su cauce cuando a ellos les pluguiera.
Así que, si visitáis la zona, os recomiendo acercaros a este rincón y observar ese túnel, hecho por esforzados obreros, que sirvió para que Roma pudiera presumir, en forma de joyas y ornamentos, de la belleza y de la riqueza que se encontraban en los confines de su imperio.