Es imposible no sobrecogerse al verlo por primera (y por segunda, y por décima, y por centésima) vez. Esta magnífica obra de los ingenieros romanos de hace casi dos milenios se hizo para transportar agua durante más de quince kilómetros desde el manantial de la Fuenfría (que todavía no conozco, nota al margen para quien quiera interpretarla) hasta la ciudad.
La parte más espectacular es la que se encuentra en la actual Plaza del Azoguejo, con una altura de 28 metros. Una doble arcada espléndida, piedra sobre piedra, sin cementos ni argamasas, sirve para salvar esa vaguada. Asombraos:
Y sí, con esta visión ya nos habría compensado nuestro viaje a Segovia, pero esta increíble ciudad (no soy imparcial con ella, debo reconocerlo) nos ofrece otros monumentos que harán de vuestra visita unos días para recordar siempre.