La historia de la humanidad, en lo que a educación se refiere, puede dividirse -no soy un experto en el tema, corregidme si no es así- en dos grandes bloques:
1. Todos los niños trabajan, el aprendizaje se realiza viendo a los adultos, no hay adultos especializados en enseñar. Es decir, prácticamente todas las edades contribuyen al trabajo. Desde luego que las clases más pudientes tenían maestros, pero no era lo común.
2. Los niños no trabajan, dedicamos a una parte importante de los adultos a enseñar (en España, con una población de 47 millones, tenemos unos 750.000 docentes en enseñanzas no universitarias, lo cual me parece una cifra enorme: más o menos por cada 60 personas tenemos un docente, sin contar los profesores de universidad… y necesitamos más). Para conseguir esto (prescindir de la mano de obra de unos y otros) hemos tenido que llegar a un nivel de desarrollo impensable en el pasado.
Y creo que ahora estamos acercándonos a una nueva situación:
3. Gran parte -no toda, quizá- de la formación se realiza telemáticamente (no telepáticamente, que también estaría muy bien). Esto provoca también una reestructuración del trabajo de los adultos, que se convierte en remoto en los casos en los que se puede. Desaparece el concepto de curso, y los niños van avanzando en la materia, guiados por profesores (sí, siguen existiendo, aunque son muchos menos). Si yo soy bueno en Matemáticas pero no en Dibujo, iré más avanzado en Matemáticas y menos en Dibujo; los grupos de trabajo se pueden formar adecuándose a las capacidades de cada niño (con diversidad o uniformidad, según decida el formador en cada caso).
No se me escapa que hay que cuidar otros factores, desde luego. Los hogares tienen que funcionar bien en economía y convivencia; los niños van a poder relacionarse en otros espacios: no siempre con los veinte niños que te toca, no siempre esas cinco horas, no siempre con los mismos juegos; la distribución de vacaciones podría ser mucho más variada.
Feliz Vuelta al Cole, queridos.