Quienes peinamos canas (o ya ni eso) asociamos Madrid con aquella región llamada Castilla la Nueva (Madrid, Toledo, Ciudad Real, Cuenca y Guadalajara). Pero tras el paso, a comienzos de los ochenta, al sistema actual de Comunidades Autónomas, Madrid se quedó sola (más por motivos administrativos que históricos o geográficos).
En resumen, que nos encontramos con un Madrid independiente y sin himno. Y se lo encargamos al poeta zamorano Agustín García Calvo (la letra; la música la compuso Pablo Sorozábal).
Y de su magia, su creatividad y su humor surgió lo siguiente:
Yo estaba en el medio:
giraban las otras en corro
y yo era el centro.
Ya el corro se rompe,
ya se hacen Estado los pueblos,
y aquí de vacío girando
sola me quedo.
Cada cual quiere ser cada una;
no voy a ser menos:
¡Madrid, uno, libre, redondo,
autónomo, entero!
Mire el sujeto
las vueltas que da el mundo
para estarse quieto.
Yo tengo mi cuerpo:
un triángulo roto en el mapa
por ley o decreto,
entre Ávila y Guadalajara,
Segovia y Toledo:
provincia de toda provincia,
flor del desierto.
Somosierra me guarda del norte y
Guadarrama con Gredos;
Jarama y Henares al Tajo
se llevan el resto.
Y a costa de esto,
yo soy el ente autónomo último,
el puro y sincero.
¡Viva mi dueño,
que solo por ser algo
soy madrileño!
Y en medio del medio,
capital de la esencia y potencia,
garajes, museos,
estadios, semáforos, bancos,
y vivan los muertos:
¡Madrid, metropol ideal
del dios del progreso!
Lo que pasa por ahí todo pasa
en mí, y por eso
funcionarios en mí y proletarios
y números, almas y masas
caen por su peso;
y yo soy todos y nadie,
político ensueño.
Y ese es mi anhelo,
que por algo se dice:
«De Madrid al cielo».