La construcción de los edificios de aquel moderno campus había terminado. Las aulas, los laboratorios y las demás estancias se encontraban preparadas para recibir a alumnos y profesores, ávidos de recibir y transmitir conocimiento.
Pero quedaban por decidir los caminos que iban a unir los diferentes edificios. Y los responsables concluyeron que, mucho mejor que imaginar por dónde iban a ir los usuarios, sería comprobarlo.
Así que dejaron que el césped creciera y que los alumnos, profesores, y demás miembros de la comunidad universitaria decidieran por dónde ir. Y una vez comprobado en dónde no había césped, allí hicieron los caminos.