Buscaba aquel gran rey un consejo que le sirviera al encontrarse ante una situación crítica. Llamó a los principales sabios del reino, pero ninguno consiguió dar con la clave. Hasta que se le ocurrió pedir consejo a un anciano servidor, que había sido también servidor de su padre.
El anciano escribió en un papel el consejo y le pidió que solamente lo abriera cuando de verdad lo necesitara.
Tiempo después, el reino fue atacado, gran parte de sus tierras conquistadas, su castillo cercado. En ese momento el anciano hizo saber al rey que era un buen momento para leer el mensaje. Así que eso hizo el gran señor. El mensaje era simple, pero llenó de esperanza al monarca:
Esto también pasará.
La esperanza se convirtió en confianza, la confianza en ánimo y el ánimo en victoria. El rey se convirtió en el más poderoso que jamás había existido y los días de gloria se sucedían. Tal era su poder que casi no permitieron que el anciano siervo, ya cercana su muerte, se aproximara al señor, recordándole que, una vez más, releyera el consejo.
Esto también pasará.