Ayer sonó el teléfono. Lo cojo.
– ¿Diga?
– Hola, Marcos.
– Disculpe, pero se ha equivocado.
– Jajajaja! Que te conozco la voz, Marcos, que a mí no me engañas.
– Le digo que aquí no hay ningún Marcos.
– [con tono condescendiente] Venga, Marcos. Vete a la nevera y…
– Que no, señora, que se ha confundido. Adiós.
Esto fue lo que pasó. Ahora os invito a jugar con la imaginación y continuar la historia. ¿Os animáis? Yo sí. Aquí va la mía.
Fui a la nevera, y la abrí. Estaba vacía. Vacía, salvo por un pequeño tupper rectangular situado en la parte inferior. Como podréis suponer, lo cogí en mis manos. En la parte superior, escrito con rotulador negro, lo ponía claramente: “Marcos. Comida. 19/enero/2018”. Estaba tan sorprendido que ni siquiera oí el ruido que hizo el teléfono contra el suelo al caer. Abro el tupper y…
dentro habia galletas de esas chinas de la suerte, mordisquee con curiosidad y miedo a la vez una de ellas y salio de dentro un papel sorpresa que ponia…..